La revelación bíblica nos ha
hecho comprender que la naturaleza es un regalo del Creador, Dios ha inscrito
en ella un orden, con el objeto de que el hombre pueda descubrir en ese orden
las orientaciones necesarias para cultivarla y guardarla.
Considerar la creación como fruto
del azar o del “determinismo evolutivo” corre el riesgo de que disminuya en las
personas la conciencia de la responsabilidad
Hoy se ha abierto una conciencia
ecológica, más allá de debates presentes en algunos aspectos. Juan Pablo II
decía de ella que no debe de ser obstaculizada sino más bien, favorecida, de
modo que se desarrolle y madure, encontrando una adecuada expresión en
programas e iniciativas concretas. Y denunció que debido a una explotación
inconsiderada de la naturaleza el hombre corre el riesgo de destruirla y de ser
a su vez, víctima de ésta degradación; y no solo el ambiente físico constituye
una amenaza permanente, contaminaciones, desechos, nuevas enfermedades, poder
destructivo absoluto, sino que es el propio consorcio humano el que el hombre ya no domina, creando de ésta
manera un ambiente que podría resultar intolerable.
La herencia de la creación
pertenece a la humanidad entera. En cambio, el ritmo actual de la explotación
pone en serio peligro la disponibilidad de algunos recursos naturales, y es una
responsabilidad no solo para la presente generación sino sobre todo para las
futuras, y le incumbe tanto al Estado como a la Comunidad Internacional
Son preocupantes los peligros
causados por el abuso que se hace de la tierra y de los bienes naturales que
Dios nos ha dado. Por eso es indispensable que la humanidad renueve y refuerce
esa alianza entre el ser humano y el medio ambiente. Esta alianza supone un
respeto que tantas veces falta. Su ausencia motiva la crisis ecológica de la
que en 1990 habló el Papa Juan Pablo II, destacando que tenía un carácter
predominantemente ético
La humanidad necesita una honda
renovación cultural; necesita redescubrir esos valores que constituyen el
fundamento sólido sobre el cual construir un futuro mejor para todos. Las
situaciones de crisis por las que está actualmente atravesando la humanidad, ya
sean de carácter económico, alimentario, ambiental o social, son también en el
fondo, crisis morales relacionadas entre sí, obligan a replantear el camino
común de los hombres, y en particular a un modo de vivir caracterizado por la
sobriedad y la solidaridad.
Es necesario que la actividad
económica respete más el medio ambiente. Compete a la comunidad internacional y
a los gobiernos nacionales dar las indicaciones oportunas para contrarrestar de
manera eficaz una utilización del medio ambiente que lo perjudique. Para
protegerlo, para tutelar los recursos y el clima, es preciso actuar respetando
unas normas bien definidas, incluso desde el punto de vista jurídico y
económico.
Artículo extraído de la revista Mensajero, Marzo de 2013.
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